De vez en cuando la vida regala intuiciones, por ejemplo ese mediodía, cuando paseando por la ciudad pensaba que me podría pasar el resto de mis días mirando las cosas y gozando de este acto maravilloso que es mirar.
Grandes maestros llaman la atención sobre la mirada y el hecho de sentir en general. Abrid la consciencia, nos interpelan, para sentir gratitud por un mundo que es un regalo y un don que debemos celebrar. Pero esta actitud de apertura es difícil: es difícil ser consciente de que ves si siempre has visto. Si no conoces lo que es quedarse ciego. Incluso si alguna vez algo te impide ver con normalidad, no es extraño que te olvides de ello fácilmente al recobrar la salud.
Más aún, si alguna vez tienes la experiencia de ver te parece que antes no has visto nunca nada. Si ves por primera vez con tus propios ojos, porque antes siempre has visto la realidad con ojos ajenos (familia, amigos, parejas...), la cosciencia en este sentido es clara: no se trata de percibir más cosas, sino que lo que sucede es que aumenta la experiencia en si misma. La claridad y la intensidad.
Llevaba unos días lloviendo y la atmósfera está limpia y transparente. A mi amigo Roger a mí nos encanta cuando llueve, es maravilloso. Otra amiga, poeta, dice que pasear por una ciudad cuando llueve es como caminarla desnuda. Es muy bonito, y le añadiría esta observación mínima: que la ciudad se desnuda por la lluvia tanto como por las lágrimas.
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